La vida, la muerte, el cielo y el infierno

La vida, la muerte, el cielo y el infierno

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Este post es la septima parte de una serie que se llama “fe sencilla” que tiene el propósito de destacar los conceptos sencillos de la fe cristiana. Se puede ver los primeros posts por los siguientes enlaces:  Fe sencilla,  DiosLa BibliaEl pecado y la muerte,  Jesús, y Viviendo la vida cristiana.

La foto arriba es de mí con mi tercer hijo cuando nació (hace más de una década).

La última parte en esta serie sobre fe sencilla toca el asunto de qué nos pasa después de la muerte. Este es un tema increíblemente complejo, en gran medida porque no tenemos una manera objetiva para estudiar la vida ultratumba para tener certeza científica sobre lo que viene. Nuestras ideas se basen solamente en lo que revela la Biblia y las interpretaciones de esa información. También es un tema bien difícil por nuestra reacción negativa al concepto del infierno. De hecho, son estas cosas que han hecho este post muy difícil a escribir. Este es probablamente la quinta o sexta versión.

El concepto sencillo que quiero explicar es lo siguiente: Tenemos esperanza de vida eterna en vez de la muerte. Esto tal vez parece como una manera extraño para abordar este tema. No menciono el concepto del cielo y el infierno, ni los conceptos de castigo o recompensa. Lo hago con intencionalidad. Tanto como podríamos especular sobre esos conceptos, creo que la Biblia principalmente ofrece un contraste entre la vida y la muerte, con el cielo y el infierno siendo símbolos de estos conceptos (y por decir “símbolos”, no quiero implicar que no existen). Entonces ¿qué podemos decir sobre la vida ultratumba?

En un nivel, es muy sencillo. En su forma más sencilla, pedemos decir que los malvados serán castigados y los buenos recompensados. A los malvados, se les impondrán el castigo y/o la destrucción eterna, mientras que los justos recibirán vida. Es tan sencilla. Sin embargo, es difícil dejarlo ahí – siento la necesidad de examinar cómo llegamos a esa conclusión.

  1. Dios es el Dador de Vida. Él nos creó y nos dio la vida, y Él también la sostiene en cada moment. Este tema de la vida corre por toda la Biblia.
  2. El pecado es esencialmente la destrucción de lo bueno y de la vida que Dios creó. Cuando pecamos, permitimos que la destrucción y la muerte entren en el mundo y en nuestra vida. Dejados a nuestros propios méritos, aun si luchamos contra el pecado, eventualmente nos destruirá.
  3. Jesús vino a este mundo para cumplir varios propósitos: Primero, tomó el castigo que el pecado merece; segundo, destruyó la muerte a través de su vida perfecta y su resurrección; y tercero, permitió que fuera posible tener una relación con Dios a través del Espíritu Santo. Esto nos conecta directamente al Dador de la Vida, y eventualmente nos permitirá ser cambiados después de la muerte. Por aceptar a Jesús, estamos proclamando que odiamos el pecado y la maldad de este mundo y dentro de nosotros mismos, y que queremos ser salvados y cambiados. Después de la muerte, Dios completará este cambio – comoquiera que parezca eso.
  4. Aun en el Nuevo Testamento, y aun en las obras del Apóstol Pablo (el que proclama salvación solamente por la fe), las Escrituras nos dicen continuamente que Dios mira a nuestro corazón y que nos juzgará por nuestras obras. Esto no contradice, yo creo, la obra de Cristo. Creo que es una simplificación que toma en cuenta la realidad que muchos nunca escucharán de Jesús, o que son malinformados sobre él. Dios nos juzgará basado en lo que sabemos (el poder de Dios visto en la naturaleza, nuestro entendimiento de la moralidad, etc.) y si hemos respondido a eso en fe (creyendo y viviendo de acuerdo con lo que hemos entendido) o si hemos negado esa revelación para poder vivir como rey de nuestra propia vida. Pero todavía es solamente Jesús que pagó el precio por nuestros pecados, y Jesús que restaura nuestra relación con Dios y quien nos salva. Y todavía somos salvos solamente por la fe –  aun si esa fe es muy incompleta. Y necesito enfatizar que aunque me parece probable que podemos ser salvos aun sin conocer a Jesús, me parece muy, muy peligroso conocer de Jesús y no aceptarlo. Si él es el camino revelado por Dios y lo rechazamos, estamos diciendo, más o menos, que no necesitamos su ayuda para obtener vida eterna, o que somos lo suficientemente bueno para ser salvos. Es una manera de rechazar a Dios y decir que queremos seguir nuestros propios caminos – un asunto poco aconsejable.
  5. Al final de cuentas, es Dios quien nos juzga. Él no es un tirano cruel tomando decisiones al azar. Él es un Padre y Rey quien revela lo que realmente existe en nuestro corazón y responde con gracia y amor a los que buscan y desean lo bueno, y con enojo e ira a los que lo rechazan a Él y sus caminos, prefiriendo buscar solamente su propio poder, control, beneficio y deseos. Espero que sea muy obvio por qué personas así no son bienvenidos en el cielo. Muy rápidamente convertirían el cielo a un mundo tan malo como el presente mundo. También es importante notar que muchos que buscan solamente su propio camino parecen ser buena gente, pero lo que vive bajo la superficie no es tan bonito. De la misma manera, algunos parecen muy feos, tal vez por su crianza, su falta de educación, o malas circunstancias en su vida, pero honestamente desean lo bueno. Por eso dejamos que Dios juzgue!
  6. El cielo se presenta como el lugar de la vida. Todo es bueno, no hay pecado, Dios está presente, y existe de nuevo el árbol de la vida, además de muchos otros imágenes de vida. Es el lugar por el cual Dios nos creó. Por los que reconocen a Dios como su Rey y su Padre, será glorioso. Pero muchos nunca van a estar dispuestos a hacer esa confesión de fe. Por ellos, el cielo sería el infierno, y ellos lo harían terrible por todos los demás.
  7. El infierno se presenta con términos como la oscuridad, crujir de dientes, llantos y destrucción. Es difícil entender si deberíamos entender esas ideas literalmente (como ha sido común en la historia de la iglesia) o si es mejor entenderlas figurativamente. Algunos versículos enfatizan el concepto de castigo eterno (p.e. Mateo 25:41, Apocalipsis 19:20, 20:10-15), mientras que otros enfatizan el concepto de destrucción permanente (p.e. Mateo 10:28, 2 Tesalonicenses 1:6-9). Tal vez es una combinación de los dos – un castigo que eventualmente lleva a la destrucción a través del poder destructivo del pecado. Hay mucho debate sobre la naturaleza del infierno, con pocas conclusiones firmes. Pero el punto principal es que los que están en el infierno no son pobres inocentes que están rogando que Dios les muestre misericordia, sino los que han puesto su corazón en contra de Dios. No estarán rogando por entrar en el cielo, porque no quieren estar con Dios. Y si están rogando entrar, sería solamente para poder vivir por su propio placer y para convertirlo en su propio reino, no para trabajar con Dios para crear algo bonito.

Creo que eso cubre todo. Después de todo eso, regresamos al concepto sencillo – que los buenos serán recompensados y los malvados serán castigados. Los que buscan a Dios y la vida, los encontrarán. Los que buscan sus propios caminos y siguen los caminos de la muerte también encontrarán lo que buscan. Y aunque Dios parece dispuesto a juzgar a las personas por lo que saben, desea sinceramente que todos conozcan a Jesús – el que conquistó la muerte para regalarnos la vida, el que tomó el castigo por nuestros pecados, el que nos ofrece una relación con Dios. Él es nuestro salvador, y el único que hace la vida eterna posible. Por él tenemos esperanza de la vida eterna en vez de la muerte.

El Pecado y La Muerte

El Pecado y La Muerte

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Este post es la cuarta parte de una serie que se llama “fe sencilla” que tiene el propósito de destacar los conceptos sencillos de la fe cristiana. Se puede ver los primeros tres posts aquí,  aquí, y aquí.

Siguiendo nuestra discusión de las verdades sencillas del cristianismo, llegamos al segundo concept: Nosotros hemos desobedecido a Dios (pecamos). El resultado es que existen muchos problemas en el mundo- sobre todo la muerte.

Decir que hay un debate sobre cada aspecto de este concepto sería muy cierto. Hay un debate sobre la existencia de Dios y si de veras existe alguien a quién tenemos que rendir cuentas. Luego hay debate sin límites sobre la naturaleza de la humanidad – ¿somos una mezcla de lo bueno y lo malo (como vemos en el símbolo del yin y el yang? O ¿Somos buenos de naturaleza, o malos? Hay algunos que niegan por completo que exista el pecado, y aun cuando alguien reconoce que los humanos hacen muchas cosas malas, a menudo trata de decir que no es por el pecado , sino por otras causas, como la sociedad, lo que nos pasó cuando éramos niños, heridas que hemos sufrido, etc. Y claro, hay debate sobre la naturaleza de la muerte – ¿es una realidad biológica que tenemos que aceptar, o un enemigo contra quien debemos luchar con todo?

El cristianismo toca en cada uno de estos temas en profundidad, con argumentos complejos sobre Dios, la naturaleza humana, la moralidad y la ética, y la naturaleza de la muerte. Pero el concepto que mencioné es muy sencillo: Nosotros pecamos, el mundo está quebrantado, y el resultado es la muerte. Unas palabras sobre cada una de estas ideas será suficiente por este proyecto.

Si aceptamos como nuestro punto de partido que Dios existe, entonces tiene mucho sentido que Él tiene pautas y expectativas para nosotros. Cada padre en el mundo tiene expectativas para sus niños y su comportamiento. Cada jefe de una empresa tiene expectativas para sus empleos. Cada persona encargado de un proyecto tiene pautas para los bajo su cargo. Si Dios nos creó, entonces claro que tiene expectativas y pautas para nosotros.

Y a pesar de todo el debate sobe qué, exactamente, es correcto y qué no, creo que la mayoría de personas es muy bien alineado sobre las cosas que causan daño y que nos duelen. Podemos discutir a nivel teórico, pero normalmente podemos identificarlos muy rápido si los experimentamos. ¿Alguien nos roba? Eso es malo. ¿Alguien nos maltrata? También es malo. ¿Nos estafa? Malo. ¿Es arrogante y nos menosprecia? Malo. ¿Es codicioso? Malo. De hecho, si miramos a las descripciones clásicas de lo bueno y lo malo, como los diez mandamientos, los 7 pecados capitales, las listas que nos da Pablo (p.e. Gálatas 5:19-21), u otros pasajes en la Biblia, descubrimos que la mayoría de personas las ve y reconoce rápidamente que esas cosas son dañinos, sobre todo si nos ponemos en la posición de ser la persona ofendida. (Este es el punto de vista mejor, creo, porque tendemos a justificar nuestras propias acciones cuando ofendemos a otros, pero reconocemos su naturaleza destructiva y dolorosa si pensamos en otro haciéndolas a nosotros.)

También, todos sabemos que desobedecer las reglas lleva a consecuencias negativas, sobre todo en cuanto a nuestra relación con otras personas. El niño que miente va a descubrir, tarde o temprano, que esto destruye la confianza. Y si rehusa a cambiar, esta destrucción va a crecer. De hecho, si desobedece constantemente, va a descubrir (o revelar) no solamente consecuencias externas como relaciones destruidas, sino también consecuencias internas como un carácter malformado que no es digno de la confianza. Así es con todo tipo de pecado – causa no solamente daño externo, sino también daño interno. Por eso, el mundo está quebrantado – todos somos pecadores que nos lastimamos a nosotros mismos y a otros. A veces lo hacemos sin querer, pero en otras ocasiones, es muy intencional.

Y eso nos lleva al punto final, la muerte. El pecado es destructivo, y su fin es la muerte (tanto físico como espiritual, que es la muerte más profundo a que la muerte física nos apunta). Eso es lo que encontramos en el libro de Santiago 1:14-15, “Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumido, da a luz la muerte.” Desde la perspectiva cristiana, la muerte no es parte de la creación de Dios – es algo ajeno, el resultado del poder destructivo del pecado. Dios nos creó para la vida, y la muerte es el enemigo.

Creo que casi todos están de acuerdo que somos creados para la vida, aun si lo expresamos de diferentes maneras. Casi todos tienen ideas sobre lo que va a pasar después de la muerte, sea la reencarnación, ir a un lugar mejor, llegar a ser uno con el universo, etc. Todos estamos de acuerdo que queremos vivir o continuar de alguna manera. Aun los que completamente niegan la existencia de vida después de la muerte expresan incomodidad con la idea. La muerte es “normal”, pero no es natural o bienvenido.

Entonces vemos que cada concepto es sencillo y lógico. Si Dios existe, tiene pautas para nuestro comportamiento. Por lo general, estamos conscientes de esas pautas, y si las violamos, hay consecuencias destructivas que son tantos externas como internas. Ya que todos desobedecemos estas pautas, el mundo está quebrantado. Somos quebrantados (por lo menos) o aun intencionalmente rebeldes. Y dado que el pecado es destructivo, forzosamente nos lleva a la muerte – muerte física y muerte espiritual.

Es cierto que este concepto no es exactamente reconfortante, pero es sencillo y tiene sentido. Y cabe muy bien con nuestra experiencia cotidiana – el pecado existe y es destructivo.

Pero también es importante personalizar esta idea:
Yo, por lo general, entiendo lo bueno y lo malo
Yo escojo demasiado comúnmente hacer lo malo (estoy quebrantado y/o rebelde)
Yo sé que el pecado tiene un efecto negativo y dañoso en mi vida, y
Yo sé que la muerte se acerca, y que mi pecado es un problema, tanto porque me destruye como porque tengo que contemplar la posibilidad de ponerme frente a Dios, quien estableció las pautas que ignoro tanto.

Y creo que lleva a una conclusión más:

Yo necesito ayuda para quitar este pecado de mi vida.

Una vez más, mantener la sencillez nos ayuda a ver con más claridad – aun si lo que se revela no es muy emocionante.