Algo me ha estado molestando por un rato. Por un buen rato, a decir la verdad. No sé exactamente cómo explicarlo, pero intentaré.
Crecí en un hogar muy cristiano. Y lo digo de la mejor manera posible. Parece a la moda poner por los suelos el cristianismo “tradicional” con todos sus problemas, pero eso no era mi experiencia. Mi familia y iglesia, aunque no perfectas, obviamente, eran muy buenas. Mis abuelos y padres eran (y son) personas y cristianos ejemplares, modelos que deseo que todos tuvieran. Había problemas en nuestra iglesia, como la mayoría, pero también había gente muy devota y la enseñanza no se escondía de temas difíciles. Fue completamente evangélica y en muchos casos hasta fundamentalista. Pero fue buena. Crecí con mucho amor, mucha oportunidad de hacer preguntas, buscar respuestas y crecer, y un entendimiento muy claro de lo bueno y lo malo y cómo vivir para Dios.
Como parte de ese crecimiento, siempre he aprendido la creencia ortodoxa que las personas son pecaminosas por su naturaleza y por eso separadas de Dios. Que ellos son, en una palabra “malos” (pecaminosos). Eso me incluye a mí, obviamente, y cualquier otro cristiano, para no parecer demasiado crítico a otros. La enseñanza es que todos somos pecaminosos y que solamente con Cristo podemos cambiar y crecer y convertirnos en “buena gente”1. O sea, que es Dios viviendo dentro de nosotros y nosotros obedeciendo sus mandamientos que nos hace “bueno”. Pero entre más vivo y observo a la gente, más difícil es mantener esta perspectiva simplista (quiero clarificar que mi perspectiva en este punto nunca ha sido tan simplista como lo presento aquí, pero poner la idea en su forma más básica ayuda a explicar la lucha que siento). En pocas palabras, hay muchas personas que parecen ser buena gente y vivir vidas buenas, pero lo hacen completamente sin Dios. Muchos de ellos hasta están muy en contra de Dios. Y cuando considero eso junto con los avances científicos que parecen explicar todo el mundo sin referencia a Dios, surge a la mente una pregunta asombrosa que me ha estado molestando:
¿Aún necesitamos a Dios?
A nivel superficial, parece que la humanidad y el mundo occidental (porque no puedo hablar por lo demás del mundo) están avanzando con rapidez. Nos rodean mensajes que afirman que la humanidad necesita amarse y ayudarse los unos a los otros, eliminar el racismo, el sexismo, el “bullying” y muchas otras cosas que son malas. El mundo está progresando en muchos respetos con remedios a varias enfermedades, resoluciones a diferentes problemas, etc. Es casi imposible leer media social sin encontrar un buen número de historias que te hacen sentir bien y son muestras de la bondad de la naturaleza humana y el progreso de la humanidad. Y la mayoría de esto dentro de una cultura que cada vez más está rechazando a Dios en general, y Jesús en particular. Entonces otra vez surge la pregunta, ¿aún necesitamos a Dios?
Tal vez es más útil no hablar de “los demás” y enfocarme solamente en mí mismo. Creo que una parte del desafío de esta pregunta es que estamos tratando de “juzgar” a otros (evaluarlos) sin poder ver lo que está pasando por dentro. Las apariencias pueden ser decepcionantes. Es difícil saber qué está pasando en el corazón de otra persona o cómo son de verdad cuando solamente vemos trozos de su vida o escuchamos historias seleccionadas. Pero cuando miro a mí mismo, puedo ver la verdad e identificar las necesidades que yo tengo.
Entonces, ¿qué veo en mí mismo? Por apariencias, probablamente califico como uno de esa “buena gente” que he mencionado. Mi trabajo se dedica a ayudar a otros. Estoy felizmente casado, no me meto en apuros, intento ser un buen padre a mis hijos. Tengo un trabajo constante y estoy contribuyendo a la sociedad. Todas las cosas que son buenos hacer. Sin embargo, cuando miro a mi propia vida, identifico fácilmente cuatro areas claves donde creo que Dios es tanto relevante como necesario:
La vida. He pasado los últimos dos meses completamente cautivado por el misterio de la vida y la pregunta de qué viene después de la muerte. El hecho de que la vida aun existe es ridículo – no hay ninguna razón lógica por ella. El hecho de que yo existo y vivo es increíble. ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué estoy yo aquí? ¿Y por dónde voy? Es muy fácil vivir nuestra vida sin reflexionar sobre preguntas como estas, pero en algún momento, la mayoría de nosotros reconoce la maravilla y lo absurdo de la vida. En mi caso, tal vez es por haber cumplido 40 años y llegado a la etapa de mediana edad. Pero independientemente de la razón por obsesionarme sobre este tema, ciertamente no estoy solo en hacerlo. El significado de la vida siempre ha sido una de las preguntas básicas de la humanidad. ¿Por qué existimos?
Vez tras vez, mis reflexiones sobre el tema me llevan a Dios. No puedo aceptar el concepto que “nada” creó todo – sobre todo cuando todo lo que existe es tan increíble y complejo. Tampoco puedo creer que somos espíritus reciclados que damos vueltas y vueltas hasta algún día poder escaparnos de esta carrera de ratas. Los dos conceptos quitan la vida de su significado, propósito y valor. No somos importantes como individuos – solamente somos partes de una máquina indiferente. Aunque los que creen en estas cosas tal vez no viven de acuerdo con esa idea, eso es solamente porque no están actuando de acuerdo con sus creencias. Los conceptos en sí no se llevan a ninguna otra conclusión. Pero con todo lo que soy deseo tener valor, propósito y significado. Y solamente un Dios (un ser personal y sobrenatural) parece ofrecer tanto una explicación para la vida como la posibilidad de que esa vida continuará después de la muerte. Sin Dios, siempre vamos a vivir con un corriente subyacente de desesperación y falta de significado, no importa cómo lo tratemos de esconder.
La guía. Cuando miramos a nuestro alrededor, hay una falta de certeza tremenda y aun conflicto sobre cómo debemos vivir. Aunque la ciencia e investigaciones proclaman ciertas ideas y tendencias sobre qué es mejor, tan rápido como lo proclaman hay otros estudios con conclusiones diferentes. El resultado final es todos creando sus propios principales y pautas para la vida basados en cualquier cimiento que escojan. Lo que es muy interesante es la contradicción en estas ideas, sobre todo visible en media social: Debemos amar a todos – excepto los que vamos a avergonzar por diferentes razones; así debes vivir – aunque confieso libremente que no tengo ni idea qué estoy haciendo en la vida; #metoo – y no olvides apoyar la industria de pornografía, que definitivamente les empodera a las mujeres. Es un mundo impresionante de contradicción y auto justicia. Pero cuando permitimos que Dios nos dirija (hablando específicamente de Cristo y la Biblia), tenemos pautas muy claras sobre lo bueno y lo malo. Bueno, podríamos hablar mucho sobre si los cristianos hacen estas cosas o no, y hay algunos temas que todavía generan incertidumbre (como redefinir los papeles de hombres y mujeres en una sociedad moderno y exactamente cómo entender y aplicar las enseñanzas de la Biblia sobre la homosexualidad), pero por lo general la guía que encontramos en la Biblia sobre cómo relacionarnos con Dios, el mundo y entre nosotros nos da unas pautas muy claras por cómo vivir. Y yo diría que la gran mayoría de personas que vive una vida “buena” sin Dios lo hace basado en enseñanzas bíblicas, lo acepten o no.
Ayuda. No importa cuánto proclamemos entender sobre el universo o cuán competentes nos declaremos ser para enfrentar la vida, es muy raro encontrar alguien que no clame a Dios por ayuda fuera de sí a veces. Muchos en el mundo todavía viven con la necesidad de ayuda cotidiana. Y esta ayuda no es solamente por necesidades físicas. Muchos luchan con problemas más profundos, como el temor, la culpa y la vergüenza. Sienten la necesidad de saber que hay alguien más allá de ellos que los puede liberar de estas cargas. Esto es lo que Dios promete – perdón por nuestros pecados, el amor y el honor en vez de la vergüenza, y poder y fuerza supremo (aunque no revalado completamente en el presente) por nuestro temor y debilidad. Creo que estamos exagerando nuestra posición cuando declaramos que podamos entender todo en el universo y vivir sin la ayuda de Dios. En muchas situaciones, claro, estamos bien. Pero luego surgen esas situaciones donde nos damos cuenta que no podemos resolver todos nuestros problemas, no podemos siempre vivir como debemos, no podemos extender nuestra vida, no podemos enfrentar o resolver los problemas del mundo, no podemos escaparnos de la culpa, vergüenza y temor que nos enfrentan… y de repente, tal vez la idea de creer que hay alguien fuera de nosotros que nos puede ayudar y que tiene todo bajo control no es tan loca.
Ser bueno. Este punto no era originalmente parte del plan por este post, pero ya que mencioné la naturaleza humana más arriba, creo que vale la pena mencionarla aquí. Ya dije que no parece que necesitemos a Dios para ser bueno. Pero creo que tengo que clarificar – este “ser bueno” no es perfecto. Hay muchas personas que son buenas cuando los comparamos con otros. Los identificamos como cariñosos, bondadosos y maravillosos. Y sí, lo son. Pero todos de ellos, si son honestos, van a reconocer que no son tan buenos como parecen. Cualquier persona que haya tratado de “ser bueno” muy rápidamente se da cuenta del egoísmo, orgullo, espíritu crítico, enojo, etc. que reside profundo en nuestro interior. Entre más tratamos de ser bueno, más nos damos cuenta de cuán lejos de buenos de veras somos. Somos, como dice la Biblia, pecaminosos. Y sugiero que cualquier que no reconozca su propia pecaminosidad sea demasiado arrogante o ignorante para entender cuan imperfecto son. Diría que aquí también necesitamos a Dios. Es Dios que nos revela nuestra pecaminosidad y que nos da un deseo de alejarnos de ella. Es Dios que nos ofrece el perdón y el amor a pesar de nuestra pecaminosidad. Es Dios que nos brinda su espíritu para empezar a conquistar el mal en nuestra vida. Y es solamente Dios quien nos puede limpiar del pecado cuando un día lleguemos frente de Él en su gloria. Creemos que es únicamente Él quien puede completar la transformación a “ser bueno” que deseamos.
Entonces ahí está. ¿Necesitamos a Dios? En algunos respetos, no. Pero al final del día, creo que sí lo necesitamos. Lo necesito para explicar y proveer la vida. Lo necesito para mostrarme cómo vivir y para cambiarme para poder vivir de esa manera. Lo necesito para ayudarme en todas esas situaciones demasiadas difíciles o complicadas para mí (bueno, lo necesito en cada situación, pero son las grandes dónde más lo reconozco). Y creo que si miramos más allá de la fachada que presentamos al mundo, todos necesitamos a Dios mucho más de lo que la mayoría quiere confesar.
[1] Vale la pena notar que el cristianismo no tiene como su meta crear “buena gente”, sino salvarnos de nuestros pecados y la muerte que resulta, y restaurar nuestra relación con Dios. Sin embargo, el resultado de aceptar a Cristo es un corazón cambiado que desea obedecer a Dios. Y esa obediencia debería resultar en un cambio de vida que nos hace “buena gente”.
One thought on “¿Aún necesitamos a Dios?”