Hay momentos cuando la complejidad es buena, pero hay otros momentos cuando crea más problemas que soluciones.
Por ejemplo, pensamos en alguien que quiere pescar. Hay dos maneras de hacerlo. El primero es encontrar un palo o una caña que es fuerte pero flexible, atar una línea de pesca, y ponerle un anzuelo a la línea. Luego, nada más hay que ir a un lago o río, meter la línea, y ver qué pasa.
El segundo método es hacer mucha investigación y preparación. ¿Qué tipo de pescado quieres pescar? ¿Por dónde se encuentran? ¿Qué tipo de equipo necesitas para hacerlo? Y luego necesitas comprar el equipo – la caña de pesca mejor (o una variedad de cañas), cebos y carnadas de varios tipos, la línea correcta por el tamaño de pescado que buscas, anzuelos, y muchas otras cosas. Más todas las extras – ropa para pescar, tal vez un barco y una camioneta para llevarlo al lago, chalecos salvavidas, baldes para los pescados, etc. Hay que planear tiempo para ir a pescar. Y al final, todos se diviertan.
Bueno, no cabe duda que el segundo método hace que el primero parezca muy primitivo y aun simplista. Y sin duda el segundo dará mucho gozo a los que lo practican así, y aun, probablamente, más éxito (por lo menos a lo largo plazo). La complejidad no es nada mala.
Sin embargo, a veces la complejidad es más un obstáculo que un beneficio. En vez de dar gozo, puede producir frustración. Tal vez no hay dinero suficiente para comprar el equipo que quieres o necesitas. No hay tiempo por el viaje perfecto de pescar. O tal vez todo está bien organizado por un viaje, pero surge una tormenta. O tal vez la recompensa no vale la pena. Se puede perder el gozo de pescar debido a la complejidad de la aventura.
Lo vi el verano pasado cuando fuimos a visitar algunos familiares en su terreno en las orillas de un lago. Al llegar, encontramos los primos de nuestros hijos pescando al fondo del muelle. Y inmediatamente, nuestros hijos se juntaron con ellos. No tenían nada más que una caña, una línea y un anzuelo. En los siguientes días, ellos pasaban horas pescando desde ese muelle. A veces pescaban algo, y a veces no, pero siempre se divertían. Pudiéramos haber encontrado un barco para ir al centro del lago, o comprado unos cebos impresionantes, o sus propias cañas de pesca, o muchas otras cosas. Pero para ellos, eso hubiera sido nada más una distracción. Ellos solamente querían una caña, una línea y un anzuelo, y estaban perfectamente contentos.
Creo que se puede aplicar esto a nuestra vida espiritual, sobre todo en nuestra cultura y ambiente “intelectual”. Vivimos en una época compleja – la época de información. Tenemos mucho más conocimiento a las puntas del dedo que jamás pudiéramos utilizar. Y ese conocimiento produce en nosotros cierta expectativa – que siempre vamos a poder saber todo, explicar todo, contestar todo. El misterio o la ignorancia no son tolerables.
Entonces tenemos altas expectativas cuando abordamos al cristianismo. Exigimos respuestas a todo. Tenemos la expectativa de explicar cada detalle. Somos muy sospechosos a encontrar brechas en el entendimiento o la explicación de algo. Exigimos que el cristianismo – como todo – sea muy complejo, con una solución por cada problema.
Bueno, el cristianismo no tiene problemas con la complejidad. No se puede decir que los cristianos evitan conversaciones o problemas difíciles (bueno, obviamente algunos lo hacen, pero el cristianismo como un total no lo hace). Hay discusiones increíblemente complejas, agradables y bonitas sobre cada aspecto del cristianismo. La complejidad no es nada mala.
Pero a veces (a menudo, creo), siento que la complejidad obstruye la belleza de la historia sencilla del cristianismo. Recientemente, he estado muy consciente de esto en mi propia vida, y lo he visto también en la vida de otros. En medio de una búsqueda intensa por respuestas complejas y comprensivas a cada pregunta que se puede imaginar, se hace muy fácil perder el centro sencillo del cristianismo. Y los cristianos sufren como resultado.
El mensaje central del cristianismo no es difícil:
- Dios nos creó en su imagen, con el fin de tener una relación con Él
- Nosotros lo desobedecemos (pecamos). El resultado fue muchos problemas – sobre todo la muerte
- Dios se hizo humano en la persona de Jesús para pagar el precio por nuestros pecados y restaurar nuestra relación con Dios
- Vivimos en relación con Jesús
- Tenemos la esperanza de vida eterna en vez de un castigo o separación
Confieso que en una época científica, ese mensaje sencilla puede parecer no solamente simplista, sino también anticuado. Las preguntas surgen, pidiendo respuestas complejas, gritando por atención y resolución. Las escucho yo regularmente. De hecho, la mayoría de las veces cuando contemplo a Dios y hablo con otros que están luchando con la fe, esas preguntas dominan y guían la conversación.
Sin embargo, recuerdo cómo crecí y las vidas y ejemplos de mis padres y abuelos. Había preguntas en ese tiempo, sin duda, pero no dominaban la conversación. Dominaba la historia sencilla – que Dios nos creó, que Dios nos ama, que Dios nos quiere perdonar para poder tener una relación con nosotros, que Dios nos quiere mostrar cómo vivir y nos quiere ofrecer vida eterna. Y esa historia sencilla dio vida y gozo increíble.
Entonces, quiero usar mis siguientes posts no para contestar todas las preguntas o debatir los asuntos complejos, sino para recordar la historia sencilla y reflejar sobre el gozo que ella puede dar a uno. Porque la complejidad no es mala, pero a veces es un obstáculo.
Entonces, vámonos. Agarra una caña, una cuerda y un anzuelo. Vamos a pescar.