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Han pasado casi cuatro meses desde el temblor.

Terra y yo estábamos en una Mega, un supermercado grande. Mis memorias del evento son un poco caóticas: sentí que algo andaba mal, y de repente me di cuenta que era un terremoto; vi una botella de refresco que había explotado volando por el aire; traté de jalar a Terra por la mano para salir más rápido – ella estaba tratando de colocar la comida en un lugar seguro; traté de saltar un poco de líquido en el piso (de una botella rota), pero era difícil porque tanto el líquido como el piso estaba moviendo; miré hacia arriba y vi las luces meciéndose y me pregunté se algo – ¡como el techo! – iba a caer sobre nosotros; vi dos empleos de la Mega guiando a una compañera que estaba llorando y obviamente atterada. Y ya, había terminado, y estábamos parados fuera de la Mega, tratando de procesar lo que había pasado y decidir qué debemos hacer ahora.

No quiero dramatizar la situación demaciado. No tenía miedo en el momento – solo sabía que tuvimos que salir de la tienda y me enfoqué en eso. Y los momentos iniciales después del evento eran tranquilos también. Nos enteramos muy pronto (dentro de 10 minutos) que los niños y sus escuelas estaban bien, y íbamos en esa dirección para recogerlos. Nos comunicamos con familia y amigos para decirles que estábamos bien. No había daño muy obvio donde estábamos, ni en el camino hacia la escuela, entonces el temblor parecía grande, pero nada muy serio. Fue más interesante que espantoso, ¡aunque nos dio una inyección de adrenalina!

Fue solamente después de llegar a la casa que empezamos a entender la severidad. Se derrumbaron más de 30 edificios, había entre 3000-4000 más con daño, y más de 350 personas murieron – aunque no sabíamos esas cifras por unas semanas. A decir verdad, en una ciudad de más de 20 millones de personas, no era mucho daño. Lo que era más impactante es que había tres edificios derrumbados a solo unos cuadros de nosotros (la foto arriba es de uno de ellos), y las casas de algunos de nuestros compañeros de trabajo habían sufrido tanto daño que tenían que pasarse a otras casas (la nuestra salió bien). Al descubrir eso la situación se hacía más surreal.

Durante la siguiente semana, nos acostumbramos a calles cerradas, una multitud de gente trabajando para quitar escombro y rescatar personas (o recobrar cuerpos, tristemente) y el ruido constante de ambulancias. Parecía que la ciudad estaba en un trance por las primeras semanas, y ha ido recobrándose poco a poco desde entonces. Por la mayoría de la gente, las cosas son normales, aunque definitivamente no por los que perdieron familia, amigos, bienes o casa. Tampoco por los que perdieron la seguridad de vivir cada día sin preocuparse sobre cuando la tierra va a temblar otra vez, una pérdida mental y emocional que puede durar mucho. Yo sé que esa preocupación me toca a veces, cuando estoy caminando o manejando, y de repente tengo la necesidad de identificar el lugar más seguro por si acaso otro temblor llegue. Busco a mi alrededor para encontrar el edificio más corto que es menos probable caer en un terremoto.

Pero para mi, hay una realización que me impactó más que cualquier otra:

La vida es preciosa, pero también es muy corta.

Había dos cosas que me hicieron reflexionar en esta idea. La primera fue la reacción de todos a los edificios derrumbados. En una manera impresionante, que pasa cada vez que hay un desastre, todos se unificaron para hacer todo lo posible para ayudar a los en necesidad – sobre todo los que estaban atrapados bajo el escombro. Era increíble ver todos ayudando. Llegaron a los sitios de los derrumbes un montón de recursos (medicamentos, agua, comida, etc.). Gente se ponía en fila por horas para tomar su turno en cavar y quitar escombro. Toda la ciudad, por unos días, se enfocaba en salvar vidas. La vida es algo que se puede dar por supuesto – ¡hasta que hay una amenaza a ella! En ese momento, uno da cuenta en cuál preciosa es la vida.

La segunda cosa que me hizo reflexionar fue escuchar de las personas atrapadas que eventualmente murieron porque los rescatadores no pudieron llegar a tiempo. Hay pocas cosas que me han hecho meditar profundamente sobre el valor y la fragilidad de la vida como este pensamiento: ¿Qué haces cuando estás atrapado y sabes que tal vez no vas a escapar con vida?

Este pensamiento, obviamente, es atemorizando por muchos. Fue así para mi. Uno no puede pensar demasiado en este tema sin sentir un poco de miedo y ansiedad. Vivimos en una sociedad que está relativamente segura, donde podemos empujar la idea de la muerte a los márgenes de nuestros pensamientos. Pero después de vivir por un terremoto donde gente viviendo muy cerca a ti ha muerto hace que uno reflexione sobre temas de este tipo. Por un lado, hace que me sienta muy feliz por estar vivo, sobrecogido por cuan valiosa y preciosa es la vida, y cuán fuerte es el deseo seguir viviendo. Por el otro lado, me hace pensar – ¿Estoy yo listo para morir?

Y por aquí llegamos al asunto que mencioné en mi último post – ¿qué nos pasa después de la muerte? Este temblor otra vez me hace reflexionar sobre cuán misteriosa es esa pregunta. No tenemos nada de videos de la vida después de la muerte, ninguna manera de estudiarla objetivamente o cuantificarla, y ninguna cuenta confiable sobre lo que nos pasa después de la muerte. Las cuentas que tenemos varian mucho y son muy sospechosas, por decir lo menos. Tenemos que tomar las mejores decisiones posibles utilizando implicaciones y cualquier evidencia circunstancial que podamos encontrar. La verdad es que para muchos, esta no es una realidad muy cómoda. Sin embargo, creo que vale la pena considerar las opciones y la evidencia, porque algún día, vamos a morir todos, nos guste o no. Entonces, por lo que vale, aquí son mis pensamientos sobre el asunto.

Como lo veo yo, hay tres ideas principales que nuestra cultura propone como opciones por lo que nos pasa después de la muerte. Estas tres son el nihilismo, la reencarnación, y Dios (el cielo o algún tipo de vida después de la muerte). Creo que cada una de estas ideas tiene evidencia en favor y en contra, y también implicaciones importantes por nuestra vida cotidiana. Pero en vez de solamente escribir sobre ellas, me gustaría imaginarlas.

El nihilismo

Primero el nihilismo. Ponte en el lugar de alguien atrapado en un edificio derrumbado. Tu celular ya ha muerto. Puedes escuchar a la gente, pero no tienes fuerza para contestar. Tu garganta está completamente seca, y tu panza muy vacía. Ya han pasado unos días – por lo menos, crees que es así. Atrapado en la oscuridad, es difícil estar seguro. Nadie te ha llegado. Has reflexionado sobre tu vida, tu familia, tus queridos. La esperanza ha desaparecido y no puedes seguir más. Cierras tus ojos y luego…nada. No hay oscuridad. Tampoco paz, ni una luz, ni nada. Ya has desaparecido. Tu cuerpo ya está, pero “tú” no. Y junto con eso, todo lo que te era importante. Todo lo que has tratado de lograr y obtener – desaparecido. Tu familia – desaparecido. Las experiencias y la sabiduría que has luchado tanto para acumular – desaparecido. Es como si nunca hubiera existido.

Este punto de vista (el nihilismo) propone que la vida no tiene ningún significado, propósito o valor. Se encuentra muchas veces va junto con el naturalismo, que dice que este mundo surgió únicamente a través de procesos naturales, y que nada más existe aparte de este mundo.  El nihilismo tiene algunos aspectos que llaman la atención de varias personas. Primero, esta idea enfoca exclusivamente en este mundo que podemos ver y tocar, que para muchas personas (sobre todo en la cultura secular del occidente) es la totalidad de nuestra vida. No hay que preocuparse por las cosas espirituales que pueden parecer tan escurridizo y inseguro. Segundo, por lo menos en alguna manera, provee libertad de los requisitos y expectativas que la religion o creencia espiritual nos pone. Por los que quieren controlar su propia vida y destino, este punto de vista parece ideal.

Pero desde mi perspectiva, tiene un número de problemas importantes. Primero, niega nuestro deseo de vivir. He escuchado a diferentes ateos describir la muerte como un tiempo de paz, y libertad de los problemas de la vida, pero no creo que eso sea una manera apropiada para describirlo. No es la paz – es nada. Tú dejas de existir. Todas tus experiencias, todo lo que has aprendido, toda tu sabiduría (si de veras eras sabio) desaparecen. Tus anhelos, sueños, ambiciones, amores, familia, amigos – desaparecidos. Y de ahí surge la pregunta: ¿Qué es el punto de la vida? Este no es un nuevo pensamiento – varios ateos (muchos? la mayoría?) confiesan que la idea de no existir es un poco incómodo y desilusionado por ellos. Y me pregunto: ¿Si estamos tan enfocado en vivir, y si la vida es tan preciosa y nuestro deseo de vivir tan fuerte, porque escogeríamos creer en algo que niega esa parte de nosotros? ¿Por qué nos molesta la muerte de alguien importante a nosotros? Por qué tratamos de salvar las víctimas de un terremoto? Algo dentro de nosotros clama por la vida, y implica que la vida es más que lo que podemos ver ahorita. Esto parece caber en el patrón de deseo-cumplimiento que vemos en la vida: Tenemos hambre, y existe comida para llenar este deseo. Tenemos sed, y existe agua para satisfacernos. Deseamos el amor, y existe gente para llenar este deseo. Deseamos vivir – ¿no tendrá sentido que este anhelo muestra que existe una realidad para cumplir este deseo? Esta es una inferencia  y no evidencia directa (que no existe), pero es una inferencia fuerte.

Segundo, las implicaciones por nuestra vida cotidiana son grandes. Si no existe nada después de esta vida, si de veras no somos nada más que un accidente cósmico y que no somos mejores que cualquier otro animal, entonces no tenemos ningún valor intrínseco. No tenemos ningún motivo para vivir por algo más grande que obtener lo que podemos en esta vida y disfrutarlo al máximo. Les ha costado a muchos en nuestra sociedad esta falta de valor y propósito. Otros se han esforzado completamente en obtener lo más posible. Tal vez este estilo de vida es bueno si vives en el mundo rico del occidente, pero no si vives en una barriada en partes pobres del mundo.

Tercero, si no existe ningún Dios, entonces no hay un bueno y malo objetivo, y no tenemos ningún base por la justicia. Si la sociedad decide que el sacrificio de los niños o la eugenesia es lo correcto, entonces eso es tan válido como cualquier otro sistema. Pero decida lo que decida la sociedad, no tenemos ninguna razón para obedecerlo y ellos no tienen el derecho de castigarnos, porque es nada más una construcción social. ¡Pero la realidad es que todos clamamos por la justicia! Clamamos contra las maldades de este mundo al mismo tiempo que decimos que lo bueno y lo malo son completamente subjetivo. No tiene sentido, a decir verdad. Es interesante notar que mientras que nuestra sociedad afirma no creer en Dios, hemos pedido prestado muchos conceptos que fluyen mas naturalmente desde una perspectiva teísta que desde la perspectiva naturalista. La justicia, el amor, el valor de cada persona, la compasión – todos estos conceptos son al contrario a la perspectiva naturalista que cabe mejor con el nihilismo y el naturalismo.

Por fin, ¿dónde están la esperanza y la consolación dentro de esta creencia? Estoy refiriendo sobre todo a los que han experimentado una pérdida. ¿Puedes imaginar diciéndole a un padre que a penas ha perdido su hijo en le terremoto que su hijo ha dejado de existir, y que nunca lo van a ver de nuevo? ¿O que sus restos van a fertilizar la vida de otros en el planeta? ¿O a los pobres y oprimidos que la injusticia que se enfrentan es pura mala suerte, y que nunca vana a recibir nada mejor y sus opresores probablamente nunca van a ver la justicia que merecen?Para mi, esto no da nada de consolación.

Al final de cuentas, no entiendo por qué creen algunas personas esta idea. No está de acuerdo con nuestros sentimientos y deseos, no nos da esperanza ni consolación, y no está de acuerdo con las cosas que decimos tienen valor en nuestra sociedad. Si crees en estas ideas, me encantaría escuchar tus opiniones sobre cómo esta idea mejora la humanidad y nuestra experiencia de vida, porque yo no lo veo. Sí, puede ayudar a alguien que quiere justificar su manera de vivir y vivir sin restricciones ni guía, pero no creo que ayude a la sociedad por nada.

La reencarnación

¿Y qué de la reencarnación? Regresamos a nuestro escenario de estar atrapado. Sino que esta vez, cuando te mueres, ¡de repente te despiertas de nuevo! Ahora eres un pájaro, saliendo de tu huevo (quien sabe cuánto tiempo ha pasado). ¡Por fin sales! Comes tu primera cena – un gusano regurgitado. ¡El favorito de todos! Y por fin, después de semanas de comer y crecer, tu mamá te echa del nido y tomas tu primer vuelo. Pronto estás volando sobre cañones y montañas. ¡Qué euforia!

Excepto… eres un pájaro. No sientes la euforia. De hecho, no sientes nada de emociones. Ni reflexionas sobre cuan impresionante es ser un pájaro. En realidad, no tienes ningún pensamiento profundo. Comes. Duermes. A veces, dependiendo del tipo de pájaro y dónde vives, tú defecas en la gente. Ni siquiera disfrutas ese hecho. Tú nada más…vives. Y después, mueres. Tal vez la próxima vez regresas como una persona – pero esa persona no recuerda nada de su vida anterior. Tal vez el karma que ganaste en esta vida se pierde por el siguiente idiota que eres, que no se da cuenta que está perdiendo todo el karma y regresándote al estatus de un gusano (aunque, como siempre, no vas a estar consiente del hecho que eres un gusano). Tal vez – ¡que horrible! – vas a ser un cristiano o un ateo que ni siquiera cree en el karma y que les enseña a otros que la reencarnación es una idea ridícula. ¿Sería eso un paso adelante? ¿O hacia atrás? No importa – no vas a saber ni te va a importar, porque de todos modos no vas a saber como quién iniciaste este proceso de reencarnación. Tú, como una person, ya no existes más. Tú has desaparecido.

Hay variaciones de esta idea de la reencarnación, sobre todo en cuanto al propósito final. Algunos creen que la meta es lograr la unificación con una fuerza de vida impersonal. Otros creen que el resultado es nuestra aniquilación – que eventualmente nos escapamos de esta vida y el ciclo de renacimiento. Estoy seguro que otros creen que es algo que se repite, y que seguimos en el ciclo de reencarnación ad infinitum (para siempre). La vida sigue para siempre.

Puedo entender la atracción de este modo de pensar. Imaginar que después de esta vida podemos vivir otra es mucho mejor que desaparecer por completo. También provee por lo menos un poco de motivación para vivir una vida buena, o por lo menos se puede utilizar esta creencia en esa manera. Si vivo una vida buena, entonces obtendré una reencarnación como algo o alguien mejor y estar más cerca a la libertad/la perfección/el escape que estoy persiguiendo. Y si somos honestos, ¿quién no ha querido ser un águila volando sobre el Gran Cañon, o un dolfín, o algún otro tipo de animal o persona?

Pero otra vez, esta idea tiene algunos problemas. Primero, no puedo encontrar ninguna evidencia por ella. Sí, hay algunos que dicen que eran una persona o animal en una vida anterior, pero cuán creíble es eso? Hay muchas otras explicaciones posibles por estas “memorias” – la imaginación, trastornos psicológicos, experiencias o fuerzas espirituales, etc. Pero la falta de evidencia empírica se puede aplicar a cualquier de estas ideas sobre nuestro destino final, entonces, este problema no es muy notable.

Segundo, al final de cuentas, yo, como individuo, desaparezco. En este momento, sentado aquí escribiendo este post, no tengo ninguna memoria (si aceptáramos que la reencarnación fuera cierta), de lo que yo era antes. Cualquier persona, o animal, o cosa que yo era antes ha desaparecido. Que significa que yo también, y todo lo que soy ahorita, voy a desaparecer. Terminaré de existir, y todo lo que amo y hice no significará nada en mi vida siguiente. Ahora, algunos van a decir que todas nuestras vidas van a tener valor en la “vida intermedia” (entre vidas), pero, aparte del hecho que ni siquiera sé si eso existe, eso no me da nada de consolación. ¿Puedes imaginar el complejo de identidad que vamos a sufrir después de ser muchas personas diferentes en muchos tiempos diferentes? Pero con más seriedad, la meta de la reencarnación es o unirnos con algún tipo de fuerza de vida impersonal (en cual caso yo ceso de existir) o escaparnos completamente del ciclo de vida (en cual caso yo ceso de existir), o, en algunas variaciones más modernos, seguir para siempre en el proceso de renacimiento (en cual caso yo ceso de existir, porque ninguna existencia me impacta en esta vida). En cualquier caso, la persona que soy ahorita no importa, o no importará después de la muerte.

Tercero, como el nihilismo, esta creencia tiene implicaciones negativas para nuestra vida presente. Si mi meta es obtener una reencarnación mejor, entonces mi vida se convierte en algo intrínsecamente egoísta. Sí, tal vez hago cosas buenas, pero solamente porque me traen algún beneficio en el futuro. Si no me benefician, no los hago. ¿Y quién decide qué califica como algo bueno? Vemos ahorita que estamos menospreciando las ideas y costumbres de generaciones anteriores, aunque ellos pensaban (por lo menos en muchos casos) que ellos estaban mejorando el mundo o viviendo una vida buena. Seguramente en los años que vienen la gente va a mirar a nuestra generación y burlarse de nosotros y algunas de nuestras ideas de “lo bueno” y “lo malo”.

Pero yo creo que los que de veras buscan una reencarnación mejor son la minoría de los casos. La realidad es que la mayoría, creyendo que se van a reencarnar, pueden vivir en la manera que les conviene porque saben lo que terminé de explicar – sea que sea su “nivel” de reencarnación, no van a recordar esta vida, entonces es alguna otra persona que va a pagar cualquier reencarnación negativa que ellos han ganado. ¡Yo puedo hacer lo que quiero! Y también hay otras conclusiones que vienen de esta idea de reencarnación. Mira a la sociedad que desarrolló en la India con su sistema de castas – una sociedad basada primeramente en esta idea del karma y la reencarnación. Como lo entiendo yo (no lo he estudiado por unos años), el sistema de reencarnación en la India dio ocasión a la creencia que los que sufrían o nacían dentro de las castas más bajas estaban nada más recibiendo los resultados de su vida previa. De acuerdo con esta creencia, ayudar a una persona era interferir con el castigo que habían ganado y con su habilidad de obtener una reencarnación mejor en su siguiente vida. Por eso, Madre Teresa parecía tan extraña cuando ella trató de ayudar a la gente. Creer en la reencarnación resulta en una vida enfocado en si mismo, y nos suelta de la responsabilidad por nuestras acciones. Desde otra perspectiva, he hablado con personas que me dicen que la gente que comete hechos malos (desde el abuso hasta el asesinato) están solamente actuando de acuerdo con la vida que habían logrado por sus actos anteriores (en otras vidas), y que no merecían la culpa por sus acciones. Ni estaban equivocadas en sus acciones. Esta creencia me asusta y me preocupa.

Entonces otra vez, me cuesta creer que la reencarnación es algo positivo para mí como individuo (yo ceso de existir) o por la sociedad (es egoísta, excepto por los que quieren obtener una reencarnación mejor, quien todavía tienen motivos egoístas). La posibilidad de ser algo o alguien diferente suena muy padre, pero sin ninguna evidencia para sostenerla, creo que es nada más que una ilusión.

Dios

Por fin, ¿qué de la idea de Dios? Otra vez regresamos al scenario dado. Estás atrapado. No has tenido comida ni agua por días. Lentamente pierdes la lucha y te mueres, y de repente te encuentras en la presencia del Ser más increíble y incomprehensible que jamás hayas visto. ¿Cómo respondes?

Creo que tu reacción varia mucho dependiendo de tu vida y cómo la has vivido. Habrá mucha gente que se sorprenderá de una manera negativa. Tal vez aun estarán enojados o beligerantes. Por el otro lado, habrá muchos que darán un suspiro profundo y caerán en los brazos (si podemos decir eso) de ese ser divino que han deseado conocer. Sé que el concepto de Dios (sobre todo y específicamente en el sentido cristiano, que es el más común tanto en mi situación actual en Latinoamérica como en Canadá) es ridículo o perturbador a muchos. Pero creo que esta es la opción que mejor explica nuestros anhelos y realidad como seres vivos, y también que es el mejor guía por nuestra vida cotidiana.

Para mi, la fundación sobre que baso mi creencia en Dios es científica. Actualmente, casi se acepta por todo el mundo que el universo tenía un momento de inicio. No puedo convencerme que el universo saltó a la existencia desde nada, y todos los argumentos que tratan de proclamar que eso es lo que pasó (incluso los del famoso Stephen Hawking) me parecen muy inadecuados. “Nada” no puede producir todo. Por el otro lado, los budistas (el mejor ejemplo de las religiones que creen en la reencarnación) ven el principio del universo como algo irrelevante, y postulan que el universo mismo es parte de la naturaleza cíclica de la vida – cuando termina un universo, empieza otro. En su opinión, la pregunta de orígenes no tiene valor. Sin embargo, esta idea es pura especulación. El hecho es que sabemos que el universo tenía un principio. Un principio implica que algo o alguien lo inició. Junto con eso son las realidades muy complejas de la vida en la tierra (que muestran diseño, que implica un diseñador) y también la existencia de los humanos como seres racionales y contemplativos. Creo que la noción de Dios no solamente es creíble, sino también una posibilidad muy real que tiene una relevancia dramática por nuestra vida y cómo la vivimos.

Entonces, si existe la realidad muy posible de ponernos cara a cara con Dios después de la muerte, creo que tiene mucho sentido intentar a entender quién es ese Dios que vamos a conocer. Ya he dicho que voy a enfocarme en el Dios del cristianismo, pero no creo que sea necesario profundizarnos mucho en la teología cristiana para llegar a algunas conclusiones sobre este Dios. Tratar de explicar a Dios por completo sería un quehacer gigante y más allá del objetivo de este post. Aquí, solo quiero enfocar en tres aspectos de Dios que yo creo son muy obvios aun fuera de la teología cristiana. Estos tres son su grandeza, su “pequeñez”, y su personalidad. Aunque es el último en la lista, quiero enfocar primero en la idea de Dios como una persona, o su personalidad, porque creo que esta idea trae implicaciones a las otras ideas.

El mero concepto de Dios trae consigo la idea implícita de personalidad. Hay muchos debates sobre el carácter de Dios – si Él es lejos de nosotros o cerca, bondadoso o cruel, etc. Pero es muy difícil divorciar el concepto de Dios de la idea de personalidad. Y creo que esto ha sido muy obvio a través de la historia. Mientras que varias culturas han desarrollado conceptos de una fuerza de vida impersonal (como el budismo), ellos no piensan en esa fuerza como “Dios”. Es una fuerza impersonal. Dios (o, en muchas culturas, los dioses) siempre contiene el concepto de una personalidad. ¿Por qué es así?

Anteriormente, mencioné los conceptos de creación y el diseño del universo. Estos dos hechos se asocian con la mente, la planificación, y la creatividad. Son hechos de personas o personalidades, no de fuerzas impersonales. De manera similar, la presencia de una raza de gente capaz de la racionalidad y razonamiento implica fuertemente la presencia de un Dios racional. Aunque es muy común hoy en día mostrar todas las similitudes entre los primates y los humanos, hay que reconocer que las diferencias entre nosotros y ellos son mucho más fuerte que las similitudes. Aunque uno tal vez puede sostener la idea que biológicamente hemos descendido de los primates (una discusión por otra ocasión), hay una diferencia muy grande entre ellos y nosotros en cuanto al razonamiento, el conocimiento de sí mismo, y la moralidad. Mientras que la mayoría de la comunidad científica de hoy trata de decir que estas características surgían lentamente a través de procesos naturales (sin Dios), la mayoría del mundo ha reconocido estas habilidades como dones transcendentes de Dios o los dioses. Los humanos se ve como similar a los animales, pero a la vez completamente diferente y superior. Somos diferentes, y no creo que sea por desarrollo evolutivo. Es verdad que nuestras habilidades y conocimiento del mundo ha desarrollado a través de la historia, pero me cuesta creer que la naturaleza humana ha cambiado mucho. Como lo entiendo yo, los documentos escritos más antiguos que poseemos muestran que la humanidad antigua es casi igual a la de hoy en día. Y las extrapolaciones que hacemos de la historia más antigua (antes de archivos escritos) a menudo sufren de una presuposición que la falta de tecnología indica una falta de inteligencia, una presuposición que se puede mostrar falso a muchos niveles. Sea como sea este asunto, creo que es mucho más lógico creer que nuestra inteligencia, moralidad y la conciencia de sí mismo surgen de otra fuente, una que comparte todas estas características pero en una forma más amplia y completa. Para ponerlo en la lengua de la Biblia, que somos creados “en su imagen”, y que nuestra naturaleza viene desde arriba, y no desde abajo.

Ahora, algunos van a decir que estamos cayendo en la trampa de crear a Dios en nuestra imagen – que durante la evolución de los hombres, hemos creado dioses que nos parecen a nosotros, y que no existe ninguna realidad detrás de ellos. Ciertamente, por mirar a la historia humana, esta es una conclusión posible. Muchos de los dioses antiguos (de los Romanos, Griegos, y otros) parecen a humanos glorificados, y a menudos son tan depravados como los humanos (o aun más). Y aunque el Dios del cristianismo ha perfeccionado estas características en su concepto de Dios, no se puede negar que el Dios que se revela en la Biblia es muy similar a una persona – es una persona en el sentido perfecto (sobre todo cuando aparece en la forma de Jesús). Él es justo, cariñoso, lleno de ira (contra los malos), poderoso, bondadoso, etc. Sería muy difícil juzgar si hemos hecho Dios a nuestra imagen, o si él nos ha hecho en su imagen. Excepto… excepto por lo que mencioné al principio – que la tierra tiene un principio. No podemos haber creado Dios si él es el que creó todo. Dado esto, me parece mucho más probable que nosotros, como criaturas superiores a los de más del reino animal, fuéramos creados en su imagen y que a través de la historia, aunque muy imperfectamente, hemos sentido eso y tratado de explicar quien es este Ser por crear a unos dioses que son más allá de nosotros. Eventualmente, a través de la revelación de Dios (en el judaísmo y luego el cristianismo), hemos llegado al punto de reconocer que hay un sólo Dios que es sobre todo.

Creo que tengo que explicar una cosa más, y eso es ¿por qué, si Dios existe, es él tan escondido de nosotros? En mi mente, la respuesta es muy sencilla y se centra en el hecho que Dios es una personalidad. Hay solamente tres posibilidades por cómo se relaciona Dios con nosotros. La primera es que Dios se esconde completamente de nosotros. Pero la única manera en que pudiera hacer eso es cegarnos a la posibilidad que él existe, y para hacer eso, tendría que quitar mucho (o todo) de nuestra habilidad de pensar racionalmente – una parte gigante de lo que nos hace “en su imagen”. Si no nos quitara esta habilidad, siempre habría personas buscando respuestas sobre nuestra existencia – por qué los humanos son diferentes de los animales, por qué odiamos tanto la injusticia, por qué el amor es tan importante, etc. El hecho de que hacemos estas preguntas muestra que estamos consientes de algo más allá de nosotros (o por lo menos esa posibilidad), y implica que se puede encontrar a Dios. Pero si nos quitara la habilidad de razonar, estaríamos nada más que animales, sin la habilidad de relacionar con él excepto como una mascota obediente. Por el otro lado, Dios pudiera haberse revelado por completo. Pero esto también destruye nuestra libertad y elecciones. O sentiríamos mucho miedo de tomar una decisión incorrecta (porque estaríamos consientes de las consecuencias sin la habilidad de escondernos) o tendríamos que hacer lo que Dios quiere. De cualquier manera, el concepto de amor o una relación es completamente destruida. Si Dios es una “persona” o personalidad, entonces implica que él desea tener una relación con nosotros, y no se puede tener una relación cuando una de las personas la controla completamente. Y por eso quedamos con nuestra realidad actual – la habilidad de concluir que Dios existe, la posibilidad de tener una relación con él, pero también la habilidad de rechazar y ignorar eso. Aunque tal vez no amamos esa respuesta, parece ser la única manera de permitir tanto la libertad autentica como el amor a florecer.

Si, entonces, aceptamos que Dios existe y que él es una “persona” (no una fuerza), entonces podemos enfocar en el segundo aspecto de Dios que yo creo es muy obvio – su grandeza. El concepto de Dios, como está entendido por el cristiano y varias otras culturas y religiones, incluye el concepto de Dios como el creador del universo. Pero es muy fácil afirmar ese concepto sin pensar mucho en lo que significa. Significa que Dios es grande. No solamente “Él puede mover una montaña” grande, sino “Él puede formar el universo completo y hacer todas las leyes para gobernarlo además de sostenerlo en existencia en cada momento” grande. No solamente “Él puede estar en todos lugares al mismo tiempo” grande, sino “Él puede estar en cada lugar y momento en la historia a través del curso de miles, y tal vez billones de años” grande. Aun en nuestros momentos más contemplativos, no podemos entender la grandeza de Dios. Al aceptar eso – que es casi la única conclusión posible si aceptamos el concepto de Dios – trae a la vanguardia dos realidades que a menudo tratamos de ignorar.

La primera es el concepto de alabanza. No somos comparables a Dios. En este sentido, nuestra cultura occidente es muy lejos de casi cualquier otra cultura que haya existido. En nuestra prisa loca de felicitarnos por nuestros mejoramientos tecnológicos, no hemos reconocido que en el mejor de los casos estamos haciendo copias pobres de lo que Dios hizo bueno hace mucho. La ADN humana hace que una supercomputadora parezca como una pizarra y tiza. La capacidad de vuelo de una mariposa o un pájaro da vergüenza a nuestros mejores aviones. Movimientos sencillos, como doblar el codo o ir por una caminata hace que la robótica avanzada parezca muy torpe. Y aunque es verdad que algunas de nuestras innovaciones perecen como aumentos a la naturaleza, una examination minucioso muestra que esta no es realidad. Por ejemplo, es verdad que un pájaro nunca ha llegado a la velocidad de Mach 2, pero también es verdad que un avión nunca ha reproducido naturalmente. Por gratis. Y también sobrevivido en una dieta (también gratis) de gusanos y bichos. Tampoco parece un avión muy rápido cuando se lo compara con otras cosas “naturales” como los cometas (que logran una velocidad de entre 10-70 km/s, en comparación con Mach 2, que es aproximadamente 0.7 km/s). Y eso sin mencionar que aun nuestros logros más impresionantes empezaron con los materiales que hemos recibido, y no con la creación del material mismo. Atrevo a decir que si Dios existe, alabarlo – o por lo menos alguna muestra de reverencia o sobrecogimiento por su poder – es la única reacción adecuada.

La segunda realidad es que él es el que gobierna. Hemos construido una sociedad entera sobre el concepto de la independencia y nuestra habilidad de hacerlo por nuestra cuenta, sin reconocer cuan poco de veras podemos controlar. Ninguno de nosotros escogió la hora, la familia o la locación de nuestro nacimiento. Ninguno de nosotros conoce la hora de nuestra muerte. La mayoría de nosotros luchamos regularmente contra nuestra cólera, cuánto consumimos, nuestros deseos sexuales y nuestras emociones. Podemos escoger nuestra carrera, pero no si la compañía nos despide. Podemos “controlar” nuestra salud, pero fallar miserablemente en evitar aun una gripa común. Podemos tomar la decisión de tener una familia, pero tenemos poco control sobre nuestro sistema reproductivo, y control limitado sobre nuestros hijos después de su nacimiento. Buscamos el control, pero el ruedo donde debemos mostrar más evidencia de este control – el autocontrol – nos elude mucho más frecuentemente de lo que queremos confesar. Sin embargo, cada persona trata de establecerse como un reino pequeño, con confianza en nuestra habilidad de controlar la vida y nuestro alrededor, sin darnos cuenta que nuestra vida es un regalo de una fuente superior. No quiero decir que Dios nos controla, como un Puppet Master controla sus títeres, sino que todo lo que somos no viene de nosotros. Todo lo que tenemos, hemos recibido. Somos mayordomos, no dueños, responsables al que nos hizo. Si creemos en Dios, es inevitable que él está en control, y no nosotros.

Hasta ahora, la representación que tenemos de Dios es la de un ser poderoso, y casi aun tiránico. Entonces giramos de su grandeza a su pequeñez. Por este término, no quiero contradecirme a mí mismo y decir que Dios no es grande. Lo que quiero decir es que, justo como mirar a la infinitud del cielo o del universo revela la grandeza de Dios, también mirar a una hoja de hierba, una mariquita o nuestra ADN revela que Dios es un Dios a quien le importan los detalles, las cosas pequeñas. Mientras que reflexionar sobre las cosas grandes nos muestra su poder y grandeza y las características asociadas con este lado de él, mirar a las cosas pequeñas revela su cariño, su compasión, y su amor. Cuando miramos a la naturaleza a nuestro alrededor, su grandeza nos humilla. Cuando tomamos un minuto para examinar los detalles minuciosos de este mundo, nos abruma el amor que nos ha preparado un lugar tan intrincado y hermoso.

Tristemente, no inferimos este aspecto de Dios tanto como su grandeza. Una razón, por lo menos hoy en día, es que tenemos una noción equivocada de cómo debe ser el amor de Dios. En particular, imaginamos que él debe solucionar todos nuestros problemas o sacar todo el maldad del mundo. Vemos cosas terribles por todos lados, y le echamos la culpa a él y lo usa como un pretexto para negar su existencia en vez de aceptar responsabilidad por la situación y vivir en la libertad y con la responsabilidad que él nos ha dado. Luchamos entre nosotros, y luego le echamos la culpa a Dios por no detenernos. Ignoramos su provisión de vida, su sustento diario, la habilidad de disfrutar este mundo y la guía que nos ofrece, y luego decimos que a él no le importamos porque nuestra vida no es perfecta. Su “pequeñez” muestra que a él le importa este mundo, aun los detalles más pequeños, aun si no interfiere con nosotros en la manera en que deseamos.

Cuando juntamos estas tres ideas, descubrimos un Dios todopoderoso quien creó y sostiene el universo, pero quien se involucra con, y a quien le importa, este mundo – y también nosotros. En su pequeñez, descubrimos un Dios que nos ama y quien conoce cada detalle de nuestra vida y quiere una relación con nosotros. Por su grandeza, recordamos que su amor no niega su rol como rey. Tanto como existen leyes que gobiernan el mundo natural, así tiene Dios expectativas (morales) que deben gobernar nuestras vidas. Por lo tanto, él nos llama a amarnos el uno al otro, evitar algunas cosas y hacer otras, no para agradecerle a él, un Dios enojado, sino para que nuestro mundo y nuestras vidas sean satisfactorios y significativos. Creo que este Dios que podemos inferir del mundo a nuestro alrededor es revelado mejor y más completamente en la Biblia y la persona de Jesús, y que esta creencia (en Dios, en vez de reencarnación o nihilismo) encuentra el balance de darnos esperanza por el futuro, mientras que nos da guía y corrección por el presente. Y más importante por esta discusión sobre la muerte y la vida, Dios se revela como el creador y sostenedor de la vida, y él que nos ofrece esta vida a nosotros.

Y entonces, con las opciones del nihilismo, la reencarnación y Dios delante de nosotros, escojo creer en Dios. Para mi, Dios provee una respuesta mejor por nuestra existencia, nuestro deseo a vivir y implicaciones más fuertes por cómo vivir que las otras dos opciones. Si algún día estoy atrapado en un edificio y estoy cara a cara con la muerte, con todo lo que tengo y soy, desearé vivir y lucharé para conservar mi vida. Todavía existe la incertidumbre sobre lo que sigue esta vida – una incertidumbre que nunca podemos quitar a menos que Dios se nos revela personalmente algún día. Pero la evidencia circunstancial a mi alrededor me hace creer que existe más que esta vida y que Dios sí existe.

Todo esto me trae de vuelta a la realidad revelada por el temblor – el valor y la cortedad de la vida. Es un problema que todos tenemos que enfrentar, pero es un problema con una solución. Y por ahí surge mi fe cristiano muy claramente. Anhelamos la vida y la eternidad, y las encontramos en Cristo. Tememos la muerte, pero Cristo ha conquistado la muerte. No fueron sus milagros ni sus enseñanzas que cambiaron el mundo, aunque los dos eran muy impresionantes. Fue su resurrección. No me malinterpretes – no quiero morir por nada. Pensar en otro terremoto todavía hace que mi corazón se acelere. Pero al final del día, creo que mi vida – ahora y por la eternidad – es sostenido firmemente en las manos de Dios, y que pase lo que pase, estaré bien.

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